lunes, 15 de junio de 2020

La historia de dos libreros de Antofagasta: Un oficio que se niega a morir

Con distintas historias, Francisca y Jorge comparten algo en común: Los libros y la lectura. En la actualidad desempeñan un oficio casi olvidado, que hoy parece estar ausente entre la modernidad y la contingencia actual: Ambos son libreros.
En conversación con Regionalista.cl, relataron su relación con el papel y las letras, y cómo este oficio sobrevive pese a la adversidad.
Amor y fascinación por los libros
Francisca Reyes creció con una admiración por los libros y cuando se le presentó la oportunidad de independizarse, no dudo en incursionar con una librería: «Como lectora, siempre tuve la necesidad de un lugar donde pudiese revisar los libros con tranquilidad, donde si no encontraba un libro pudiese encargarlo, donde sintiese que mis necesidades eran escuchadas, así que me lancé en la aventura de crear ese espacio», comentó la dueña y fundadora de la librería «Las Alondras», ubicada en calle Copiapó 789.
Jorge Castillo (61), en tanto, declara un inmenso amor a la lectura, sentimiento que comenzó con las historietas (cómics) entre los años 60 y 70, y que con el tiempo se extendió a los libros. A comienzos de los años 80 llegaría su oportunidad, pues con la recesión, bajaron los precios de arriendos en ferias y algunos locales en el centro de Antofagasta, lo que le permitió instalarse en un rubro muy particular: Ser librero. Jorge es actualmente dueño de la librería «Castillo Libros», ubicada en Feria Maipú.
Movilizaciones, suspensión de clases y cuarentena
Para Jorge, la cuarentena decretada en la comuna de Antofagasta solo vino a empeorar la situación que han vivido muchos libreros desde el año pasado. En septiembre, tras el paro de profesores y estudiantes, y durante las movilizaciones de octubre por el «estallido social», no ha podido atender en persona y se ha visto fuertemente afectado en lo económico.
Pero paradójicamente días antes de iniciar la cuarentena en la cuidad, notó un incremento en el interés de los clientes por obtener un libro: «Los antofagastinos buscaron, creo, como medida de distracción en el confinamiento hogareño, más publicaciones de pasatiempos, cuentos, novelas, literatura de manualidades y otros», detalló Jorge.
Francisca, en tanto, explica que la medida que más les afectó fue la suspensión de clases durante los primeros días de marzo, pues durante esos días es cuando los padres compran más libros: «La cuarentena voluntaria y la obligatoria también mermó nuestras ventas, bajando en más de 70%», explicó Francisca.
El libro: Un vínculo
Pese al distanciamiento social, el cierre de librerías y el actual contexto sanitario, tanto Francisca como Jorge creen firmemente que se puede mantener la confianza y el vínculo con los clientes: «Son décadas de elaborar lazos, nos conocemos con los clientes, ayuda mucho», afirmó Jorge.
«Llevamos trabajando 3 años para crear un vínculo con nuestros clientes, vinculo que estoy segura no se debilitará. Nuestros clientes disfrutan de este espacio, un espacio de relajo, donde pueden darse todo el tiempo para revisar y disfrutar de los libros», explicó Francisca.
El papel o lo digital
En los últimos meses, tras las medidas anunciadas por la autoridad sanitaria, universidades chilenas, portales y sitios web como la biblioteca pública digital, han liberado una serie de novelas y ensayos para leer desde casa, lo que ha ampliado en gran medida la oferta digital de los libros.
Francisca está consciente que no puede cerrar los ojos ante esta realidad, pues va acorde con los cambios tecnológicos de la sociedad actual, pero sostiene que «existe un nicho que sigue disfrutando de los libros, de oler sus páginas, de ojearlas, de verlos en sus bibliotecas».
Para Jorge, «lo digital no está desplazando del todo al papel», pues considera al libro como algo irremplazable y explica que se debe a una decisión de los lectores frente al monopolio y la exclusión de la prensa, lo que sumado a una editorial menos objetiva ha generado poco interés en el papel: «Lo que pasa es que en Chile, desde el golpe militar la prensa escrita en papel es muy acotada, casi monopólica, excluyente, la gente sabe eso, y no compra, o lee, como en otros países», explicó.
Reinventarse y seguir adelante
En el contexto de la crisis sanitaria, se ha privilegiado el funcionamiento del comercio que se considera esencial (supermercados y farmacias), dejando fuera a muchos trabajos y productos que no están en esta categoría.
«Estoy consciente que no somos una empresa de primera necesidad, como aquellas que venden alimentos o remedios, pero sí somos un medio de distracción, entretenimiento y relajo para toda la familia”, comentó Francisca Reyes, quién, además, se encuentra trabajando en el desarrollo de una página web para la librería. Además, tras la cuarentena, ha encontrado en el delivery de libros una buena forma de mantener su oficio: «Trabajamos con un catálogo de Pedidos Ya, que hasta el momento nos ha dado muy buenos resultados», agregó.
Jorge, a sus 61 años, está incursionando en un proyecto que había estado estancado desde hace años: La venta por plataformas en internet, donde observa una buena oportunidad de ofrecer sus libros a la clientela. «Ha sido una experiencia muy linda; el conocer calles y pasajes con extraños nombres, saber cómo la pandemia ha afectado a nuestros vecinos, acercar al nuevo cliente un producto que para ellos es vital, todo eso engrandece el alma, aparte de permitirnos defender el negocio ante la adversidad», explicó.
«Y las historias detrás de cada entrega, son y están realmente llenas de encanto, dramatismo, solidaridad, y valor familiar», agregó Jorge Castillo.

miércoles, 14 de marzo de 2018

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